Italia, Lacio, Roma
ROMA
Patricio Orellana Vargas, “Plaza España y Tri-Trinidad del Monte”. Oleo, 40×50 cms.
Un desorden urbano
Roma, un desorden urbano.
¿Podría ser ordenada una ciudad que se fundó sobre siete colinas distintas?
Si todos los caminos conducen a Roma, eso explica el caos de esta ciudad, está entrecruzada por demasiados caminos. Como se dice que es la ciudad eterna, hay que entender, entonces que hay una acumulación de distintas Romas superpuestas que afloran en diversas partes en forma inarmónica. Está la Roma de la república, del imperio, la feudal, la papal, la renacentista, la monárquica, la fascista y la republicana actual. Yo hasta he descubierto la Roma de Miguel Ángel, a la que me referiré extensamente en una crónica separada. Aquí sólo mencionaré algunos lugares y vivencias personales porque esta ciudad es inagotable.
París tiene una columna vertebral que es el Sena, Londres está a ambos lados del Támesis, Ámsterdam está ordenada por sus canales, Berlín, que estaba dividida y confusa, ahora se ha reencontrado con Unter den Linden y otras vías similares. Estocolmo está disperso en sus islas pero unida por el mar, San Petersburgo está unido por el Neva, Madrid por el centro antiguo, la puerta del Sol, el palacio de Oriente y la Casa de Campo.
Si a mí me preguntan dónde está el centro de Roma, no sabría responder y creo que le ocurriría lo mismo a muchos visitantes y hasta a muchos romanos. Roma desde siempre ha tenido al menos siete centros como sus siete colinas iniciales.
Quizás Roma es la ciudad más italiana de Italia o quizás la única ciudad netamente italiana porque reúne elementos del norte disciplinado, de la Toscana artística y del alegre sur.
Quizás la explicación de todo este caos urbano se deba actualmente a que una parte importante de las propiedades de la ciudad pertenecen a la Iglesia Católica, de manera que el desarrollo y ordenamiento de la ciudad debe depender en gran medida de esta fuerza inmobiliaria, financiera y conservadora. En las cercanías del centro (si es que algo se identifica como centro) hay grandes espacios vacíos o viejos edificios con manzanas completas de parque o sitios baldíos que pertenecen a la Iglesia. Los parques son muy grandes y numerosos, aunque más desordenados y distintos que los parques ingleses o franceses, embellecen y dispersan la ciudad.
Hasta hace pocos años la red de metro era la peor de Europa, eran escasas líneas y no existía una red racional como en muchas otras ciudades. Creo que algo ha mejorado y la última vez que estuve allí conocí nuevas líneas, pero hace algunos años eran escasas y atrasadas aunque el sistema de buses era excelente.
Lo peor es el tráfico, intenso, bullicioso y los peatones son considerados simplemente como molestias para los conductores de vehículos. Hay muchas calles céntricas que carecen de veredas y los peatones tienen que pegarse a las paredes cuando pasan los motonetistas a un par de centímetros. No conozco otra capital europea que tenga peor pavimento que Roma. Hay que caminar con cuidado porque los desniveles, las lozas inclinadas y los adoquines sobresalientes abundan en todas partes, quizás se considera que este pavimento es un tesoro antiguo que hay que preservar.
Este desorden se magnifica por la necesaria tarea de preservar ciertas zonas como el Foro Romano, el Coliseo, el Mercado de Trajano y otros lugares, lo que está plenamente justificado, pero hace su contribución al caos urbano.
Sin embargo, para muchos, Roma tiene su encanto, precisamente en esta apariencia de caos y la encuentran lejos del formalismo de las ciudades nórdicas, germanas o francesas o de las de norte de Italia.
Es un caos de belleza porque los monumentos, parques, iglesias, monumentos arqueológicos, museos, plazas y fuentes son innumerables y se pueden pasar semanas recorriendo la ciudad en busca de toda esa belleza.
El Centro del catolicismo.
Roma debería ser una ciudad en la que se advierta la fe en cada rincón, pero a mí me parece que tiene muy poca fe. Es cierto que hay aglomeraciones de fieles en la plaza San Pedro, pero jamás vi el recogimiento que se observa, por ejemplo, en Lourdes. Aquí los fieles son una mezcla que podríamos identificar como fieles-turistas. Roma es la ciudad que recibe más turistas del mundo y quizás eso le resta cualquier carácter sacro.
San Pedro y todo el Vaticano, también parecen más bien una atracción turística que un lugar de santidad. Nunca he estado en una misa en San Pedro, como lo he hecho en Lourdes, Florencia, París, Venecia o muchas otras ciudades, aquí nada me llamó a asistir a una misa, incluso me extrañó que mi esposa que no deja de asistir a misa por ningún motivo, cuando hemos estado en Roma algún domingo se ha olvidado de ir.
Me pregunto por qué yo tengo una reacción un poco negativa al catolicismo de Roma. Quizás lo encuentro algo falso, quizás lo que rechazo es por mi aversión por todo lo que tiene que ver con jerarquía y superioridad. O es la historia de la Iglesia, que aquí en Roma vivió las mayores etapas de corrupción del Papado. Sin embargo, a pesar de que no soy creyente desde niño, siempre me he sentido cristiano, no en el sentido religioso, sino cultural y he respetado profundamente la liturgia y todas las religiones. A menudo voy a misa, especialmente cuando no estoy en Chile, no por participar en la misa, sino por observar la ceremonia y a los fieles o en otros casos porque se realizan en homenaje a personas o causas que he admirado. Paradojalmente, a pesar de no ser creyente, participé o trabajé durante veinte años en organizaciones patrocinadas o dependientes directamente de la Iglesia Católica o de las iglesias evangélicas en materias de defensa de los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet.
En realidad, la Roma beata es desplazada en mi percepción, por otras visiones de Roma, la de los césares, la del Renacimiento que permitió expresarse a Miguel Ángel, Rafael, Bramante, Botticelli y tantos otros artistas excepcionales. También priman las visiones del cine con las películas “Roma, ciudad Abierta”, “Roma a la 11” y “La dolce vita”, que es la película de la Roma actual, vividora, moderna, hipócrita y bella.
La plaza de San Pedro.
Si bien no se observa en Roma la religiosidad que uno esperaría, no es menos cierto que esta plaza, que es el centro mundial del catolicismo es un monumento urbanístico de la más grande belleza. Sólo un genio pudo diseñarlo, en esta caso Bernini, pues el amplio espacio lo rodeó de un óvalo abierto hacia la vía della Conciliazione, como una herradura de columnas que se dirigen hacia la iglesia de San Pedro, me parece que en alguna medida representa la parábola del buen pastor y es un redil de las ovejas o fieles junto a su pastor, éste representado por la gran iglesia de San Pedro y precisamente, son ovejas mansas que llegan por la Vía de la Conciliación a buscar la protección del Papa y su Iglesia. Hasta tiene dos fuentes para que las ovejas o los fieles se refresquen.
Sin embargo, la interpretación oficial es que la columnata ovalada representan los brazos de la Iglesia que acoge a los creyentes. Permanentemente se pueden ver multitudes de fieles y en ocasiones especiales, como cuando aparece el Papa dando las bendiciones, primero a la ciudad y luego al mundo, se establece que Roma es la capital del mundo católico romano y para demostración allí están decenas de miles de personas, muchos de los cuales agitan sus banderitas nacionales de todos los extremos del mundo. Cuando hay una beatificación o canonización de algún santo o candidato a santo, la plaza está repleta por sus compatriotas que vienen a celebrar ese acontecimiento nacional y la mayoría de las banderitas son las del país agraciado.
Un tour por la ciudad.
Cuando se va en un tour, siempre se incluye un recorrido en bus por la ciudad, así se logra echar una mirada al Coliseo, el foro Romano, el Campidoglio, el monumento a Emanauelle II, se atraviesa un puente con estatuas y se ve San Pedro y su plaza panorámica, etc. Este vistazo es casi esencial para ver trozos de la ciudad y después recorrerlos más pausadamente y en especial, visitar otros lugares a los cuales no es fácil alcanzar con el bus porque éste no puede entrar donde hay una gran congestión vehicular o calles estrechas. Cuando el viaje es rápido, ésta es la única forma de alcanzar a ver algo, pues de otra manera, las dificultades en movilizarse y entender los mapas de una ciudad caótica será una pérdida de un valioso tiempo.
El viaje organizado o tour tiene la ventaja de alojamiento de buena calidad asegurado y las entradas para visitar, a lo menos, los Museos Vaticanos. Hacerlo por cuenta personal es arriesgado pues, muchas veces en Roma, los buenos hoteles están completos y los otros son malos y carísimos.
Cuando he viajado en tour, normalmente los hoteles quedan lejos de las partes centrales de Roma, pero son, en general, muy buenos y siempre los guías indican el medio más fácil y rápido para llegar, por lo menos a uno de los puntos centrales.
Mi primera visita.
La primera vez que estuve en Roma fue hace muchísimos años, aún había vendedores italianos callejeros que insistentemente vendían postales u otras chucherías a los turistas (ahora estos vendedores son negros africanos), era verano y hacía un calor espantoso.
Un sacerdote chileno de mucho prestigio me había dicho, casi al pasar, que si iba a Roma, en el viaje que debía hacer, tratara de conseguir alojamiento en un monasterio y me dio la dirección en Vía Aurelia Antica y que mencionara su nombre. No tenía ninguna credencial o nota del sacerdote, pero como andaba muy escaso de fondos, cuando llegué a Roma fui al mencionado monasterio, había una alta reja y debí tocar una campana hasta que salió un fraile con sotana que me abrió la puerta, le expliqué mi solicitud y me indicó que pasara a la portería. Allí había otros dos solicitantes de albergue, según pude constatar, un cura italiano y un civil de nacionalidad uruguaya. El portero y otra persona, ambos sacerdotes, nos dijeron que había una sola habitación disponible y nos entrevistaron separadamente a los tres solicitantes. En mi entrevista, cuando mencioné quien me recomendaba, el sacerdote de mayor jerarquía me dijo: Usted puede alojar aquí cuanto quiera y despidió a los otros dos solicitantes que se fueron muy cabizbajos.
Me extrañó mucho esa preferencia que significaba postergar los derechos de los otros solicitantes, pero decidí sabiamente que era un misterio o un milagro eclesiástico el cual no podía explicarme. El padre portero me llevó a una habitación y me dijo que era igual a las de los monjes que allí habitaban. Era un pequeño departamento, con un amplio dormitorio, un baño privado y un gran escritorio. El sacerdote me dijo que la entrada era hasta las 22 horas en la noche y que estaba prohibido ingresar alcohol, por lo cual se revisaban los bolsos de los alojados. De manera que me apresté a vivir una semana como monje.
Pero en realidad el padre portero siempre fue muy cordial y cuando una vez llegué atrasado porque había ido a Pompeya y me había torcido un pie que me impidió caminar rápido, no tuvo objeciones en dejarme entrar más tarde, además me dijo que la prohibición del alcohol no era tan severa y no puso objeciones cuando entre mis compras llevaba alguna botella de vino. En realidad, la única persona que vi y con el cual hablé en el monasterio fue con este padre, que siempre me contaba algún chiste o chascarro y él se ría muchísimo de su humor.
La estadía en el monasterio resultó finalmente muy grata y no me demandó ningún gasto. Aún le agradezco al prelado que me recomendó el lugar y creo que sólo su fama de santo me permitió estar tan bien alojado.
Comer en Roma.
Creo que nadie pretende sostener que Roma es un gran centro gastronómico, al contrario se presenta muy modesta frente a París, por ejemplo. Me parece que no hay restaurantes de fama internacional. Sin embargo, como en todo Italia, hay muy buena comida popular. Una amiga argentina me decía que las mejores comidas de su vida las ha tenido en las pequeñas tratorias de
Roma y hasta guarda como reliquia la foto de uno de esos restaurantes en una calle sin vereda y con paredes centenarias y descascaradas.
Cuando se tiene hambre, se dice que todo se encuentra rico, puede ser así. En el primer viaje que hice a Roma, y con muy poco dinero, sólo comía en el Monasterio en el cual vivía y siempre era pan, queso, frutas y vino. Hubo dos excepciones, una comida caliente en Nápoles y la otra en Roma. Una noche de agosto, con mucho calor, caminaba por Roma y llegué a una plaza que estaba transformada en un restaurante popular que la ocupaba completamente. Fue una deliciosa cena, elegí una simple ensalada de tomates, queso, albahaca y aceite de oliva (pomodoro, mozarella, basilico e óleo). Me pareció excelente porque era la primera vez que comía queso mozarella y nunca había probado la combinación de esta ensalada. Además el acompañamiento del habitual pane e vino rosso completaban la satisfacción, aunque el calor de la noche parecía aumentar con el vino.
Trinidad del Monte y Plaza España.
Un lugar ineludible para todo turista es visitar la Plaza España, aquí está el centro del turismo citadino, las escalas que ascienden hasta la iglesia Trinidad del Monte están siempre llenas de flores… y de turistas que ascienden, descienden o simplemente descansan sentados en los escalones. Aquí hay una gran fuente de mármol blanco que también sirve para que los agotados viajeros se sienten en sus bordes y contemplen lo que tienen que subir o descansan después de la subida. Esta plaza es un punto de concentración de la juventud que viene a Roma desde todos los lugares del mundo. Además se puede disfrutar de una tradición romana, muchas parejas de novios o recién casados vienen aquí en antiguos coches y acompañados de sus amigos hacen brindis con vino espumante por la felicidad de los cónyuges.
Piazza Navona.
Es otro lugar que no puede dejar de verse, es una plaza alargada de dos o más cuadras que está flanqueada por viejos edificios, palacios e iglesias, que le otorgan un marco distinguido. Aquí está la famosa fuente que contiene estatuas que representan los principales ríos del mundo, aunque evidentemente la información no corresponde a la importancia real que tienen los ríos, (así por ejemplo, no está el Amazonas), pero se entiende que cuando Bernini la hizo, ese río no era muy conocido. Es un lugar agradable, siempre lleno de juventud y con numerosos cafés, restaurantes y gelaterías próximas. Es también uno de los lugares preferidos de la juventud internacional.
La Fontana de Trevi.
Cuentan que muchos Papas se preocuparon de dejar su recuerdo a la ciudad y en muchos casos lo hicieron construyendo hermosas fuentes, para lo cual contrataban a los mejores arquitectos y escultores de Italia. Una de las más conocidas es la Fontana de Trevi que tiene algo de palaciega y de barroca y al mismo tiempo es la parte posterior de un palacio.
Es la fuente más popular de Roma y a pesar de que está próxima a la vía Véneto y a la Plaza España, es también muy complicado llegar a ella, pero al alcanzarla se comprueba su carácter mágico. Está discretamente inserta en un barrio sin aspavientos, no hay espacio para apreciar su grandeza, porque de repente uno está junto a ella. Hay una especie de tribuna que la rodea, allí se sienta la multitud y cuando se logra llegar junto a la fuente, todos los turistas, alegremente se colocan de espaldas a ella y cumplen el ritual obligado, lanzando una moneda, para así asegurarse de que se retornará a Roma algún día. En una oportunidad, que estaba con mi esposa y mi nieta, ambas cumplieron el ritual y por lo menos mi esposa ha vuelto a Roma en varias ocasiones y mi nieta tiene futuro suficiente para que regrese muchas veces. Confieso que yo no cumplí con el ritual, porque soy descreído en casi todo y sin embargo, he sido premiado varias veces volviendo a Roma.
LOS GRANDES MONUMENTOS: El Coliseo.
Un monumento central de Roma es el Coliseo. No puedo negar que es una gran obra, pero nunca he simpatizado con estas obras monumentales que finalmente sólo exaltan los vicios y las aficiones más bastardas, como ocurre con los estadios modernos de fútbol, donde las masas van a hacer deporte… sentadas. Mi sensación es que exteriormente el Coliseo es impresionante por su tamaño y por lo que implicó en avanzada ingeniería y arquitectura, en cambio, interiormente, es un caos deteriorado, la antigüedad no le dio el lustre que siempre otorga, da la sensación de algo derruido y hasta podrido.
Hay toda una visión del Coliseo como la sede de torturas y ejecuciones de los cristianos. Esto es cierto y se destaca a la entrada del Coliseo en una lápida que rinde homenaje a los que se sacrificaron por su fe, pero parece que muchos otros, sin ser cristianos, fueron sacrificados para divertir al emperador, los nobles y la plebe romana.
Matar a un ser humano es lo peor que puede hacer otro ser humano o sus instituciones. Los gladiadores se mataban entre sí o debían combatir en desiguales condiciones con fieras como leones u osos. La finalidad evidente era calmar a las masas pobres romanas para que no recurrieran a la violencia política, eran inoculaciones del opio cultural bestial del circo de aquellas épocas.
Hay que celebrar que hoy el Coliseo es el símbolo donde se celebra iluminándolo cada vez que algún país del mundo dicta nuevas leyes que impiden volver a aplicar la pena de muerte, pues nadie tiene derecho a matar y menos el Estado, que debería ser el mayor protector del derecho a la vida de todos. Si es así, el Coliseo es una muestra de que el hombre está mejorando y es cada vez más humano.
El Foro Romano.
Otra visita obligatoria es caminar por el Foro Romano, una explanada en la cual hay dispersas ruinas de distintas etapas de la antigua Roma. Como la ciudad misma, es otro caos, en este caso muy comprensible, pues se trata de restos que se mantuvieron hasta nuestros tiempos y se recuperaron en excavaciones siglos después.
Para entender algo de este caos es casi imprescindible ir con un guía experto, de otra manera las ruinas tendrán muy poco sentido. Tener un plano con descripciones no es la solución por lo complicado del diseño de este desorden que no tiene plan alguno. Sin embargo, si se dispone de mucho tiempo y se pueden hacer varias visitas, algo se logrará entender. Sin duda lo mejor es hacer la visita guiada y posteriormente volver a repetirla en forma solitaria, para detenerse todo el tiempo que se quiera en aquellas ruinas de templos o de otros edificios que aún se pueden imaginar, a partir de los restos que están a la vista.
Yo he visitado el Foro un par de veces con guía y otras sólo o con amigos, pero ha sido en diferentes viajes, de manera que nunca he podido tener una visión ni siquiera superficial de este conjunto monumental.
El Panteón.
Una obra de arquitectura e ingeniería que hasta nuestros días se considera excepcional es el Panteón, a pesar de que se ha incendiado, transformado en iglesia y se le despojado de muchos de su adornos, como su techo de bronce, es al mismo tiempo uno de los edificios mejor conservados de la época del Imperio. Su diseño y construcción es tan trascendente, que es la base práctica y teórica que permitió a Miguel Ángel y Bramante la construcción de la cúpula de San Pedro y fue el modelo para otras cúpulas. La entrada es una columnata solemne con un techo triangular, siguiendo el modelo griego clásico y se penetra a un gran espacio circular rodeado de otra columnata más ligera, pero lo espectacular es el techo, una circunferencia que asemeja al cielo, con una abertura redonda central por donde penetra la luz del sol en el día.
Lo que resulta un poco deprimente es que esa gran sala esté vacía y que ya no estén las estatuas romanas que se ubicaban en los nichos de las paredes. En este recinto están las tumbas de los reyes de la moderna Italia y de personajes notables como Rafael.
Estar en la penumbra del Panteón, cuando el sol no da directamente en la abertura del techo es retroceder a un lúgubre pasado y es como el símbolo del vacío que nos ha quedado de esa época, de la cual sólo hay restos, excepto esta obra que parece ser lo más eterno de Roma.
A la salida hay un bullicioso comercio y resulta muy agradable quedarse algunos minutos en algún café contemplando este milagro que nos llega como un mensaje de lo que fue Roma hace dos mil años.
El monumento a Víctor Manuel II.
Aunque no desee verlo, este inmenso monumento va a aparecerle muchas veces cuando visite Roma. Desde que se terminó de construir en tiempos de Mussolini, ha sido objeto de toda clase de críticas. Ellas pueden resumirse en los apodos que se le han otorgado: máquina de escribir, torta de novios, dentadura postiza, el empolvado, etc. Exalta de manera grandiosa y exagerada la unificación de Italia y se centra en destacar el rol de este rey que dirigió el proceso, que Lampedusa definió como que hay “cambiar todo para que nada cambie” y que en política se llama “gatopardismo”. Yo creo que en última instancia es un intento de interpretar la unificación como un éxito de la monarquía saboyana y restarle trascendencia al rol de Garibaldi y del pueblo italiano en la empresa.
Este monumento parece haber intentado superar los monumentos que quedan de la época imperial o renacentista, pero creo que hay una opinión casi unánime de que se trata de algo muy farandulesco y carece de la seriedad que debería tener. Su color albo contrasta con los tonos ocres y rojizos de las construcciones de gran parte de la ciudad.
El Tíber y el Trastevere.
Cuando se lee la historia de Roma, siempre se destaca la importancia del río Tíber, pero actualmente no es, ni con mucho, un río caudaloso, pero su encauzamiento con viejos tajamares le da cierta nobleza, acrecentada por sus puentes y una isla que es objeto de grandes graffittis que la ensucian, pero por la cual se puede caminar en una explanada vacía. El sector que está más allá del Tíber es el alegre y muy italiano barrio del Trastevere.
Una querida amiga que vivió muchos años exiliada en Luxemburgo, dice que vivía muy deprimida en un país tan germano, pero que revivió cuando su familia se trasladó a Roma y terminaron sus años de exilio en el Trastevere. Era, me decía, como haber vivido en un cementerio y pasar a vivir a en una feria bullanguera y ruidosa. Yo creo que esta vivencia describe bien el carácter de este barrio, es casi como una parte de Nápoles, aunque nada tiene que ver con esa ciudad, pero existe el bullicio y la alegría del sur italiano. Además como es un barrio en el que supongo no se permiten construcciones modernas, sólo hay edificios de no más de cuatro o cinco y pisos y ellos, en general son viejos y descascarados con colores indefinidos e irregulares. Pasear por el Trastevere es entrar al corazón del pueblo romano.
Los buenos museos.
Un museo extraordinario es el Museo Nacional Etrusco de la Villa Julia. Es la colección más completa de la escultura, arquitectura y pintura de los etruscos. Como lo he descrito en otras crónicas, aquí están algunos de los objetos más bellos de esa cultura pre romana. Los sarcófagos de los esposos en terracota, a pesar de que son monumentos funerarios, están llenos de vida y ellos, los esposos, sonríen con una sonrisa mucho más bella que la enigmática sonrisa de la Mona Lisa de Leonardo. Aquí la sonrisa es claramente de felicidad y alegría discreta frente a la vida y la muerte, como diciendo: la muerte ha llegado después de gozar verdaderamente la vida, como los etruscos sabían hacerlo.
Muchas veces los museos son agotadores, pero éste tiene la virtud de ser de dimensión humana, se puede ver completo sin agotarse y además a la entrada y salida se goza de un parque italiano, algo desaliñado, pero amplio y verde. El Museo Nacional Romano, no me impresionó, las veces que lo he visitado, estaba muy desordenado y parecía en muchos lugares un simple amontonamiento de antigüedades.
Los museos del Vaticano están entre los mejores del mundo y tiene la obra maestra de toda la historia del arte: La capilla Sixtina. Este Museo lo mencionaremos en la Crónica sobre Miguel Ángel y Roma. Visitar Roma sin ir a estos museos es como no ver el alma de la ciudad.
LOS ALREDEDORES DE ROMA: Fiumicino.
Es un pueblo originariamente pesquero y aunque en sus proximidades está el gran aeropuerto Leonardo da Vinci, conserva un centro antiguo y actualmente es una amplia zona de viviendas de veraneo por la inmediata proximidad de las playas. Es también muy desordenado, con muchos sitios eriazos, no hay continuidad en la construcción y la abundante vegetación le da un carácter rústico. Las playas son excepcionales y se ha construido pequeñas barreras de piedra, supongo que para proteger del oleaje, que han dividido una inmensa playa, en otras más pequeñas, tranquilas y familiares.
En una oportunidad un matrimonio amigo me invitó a estar con ellos un verano, vivían en un segundo piso que arrendaban por el verano en Fiumicino. Fue un período descanso y placer playero, todas las mañanas íbamos a la playa y varias veces a la semana íbamos a ver monumentos a Roma. El italiano, dueño de la casa, vivía en el primer piso y en las tardes nos esperaba en el jardín con una botella de vino blanco muy frío y una interminable y alegre conversación italiana. Lo único terrible para mí, era que el amigo italiano me llamaba “il duce” porque parece que siempre andaba con pantalones cortos y ropa color beige y usaba el pelo muy corto. Temo que además era un poco obeso como Mussolini.
Ostia y Ostia Antica.
El famoso y elegante balneario de Lido di Ostia está muy cerca de Fiumicino y a veces nos deteníamos allí, que ha sido escenario de muchas películas italianas de la época en que en ellas se retrataba el buen humor, pero en realidad nunca fuimos a bañarnos allí porque obviamente nos habíamos acostumbrado a las playas más familiares de Fiumicino.
Ostia Antica tiene una historia subyugante porque en alguna medida es como Pompeya, pero por razones distintas. Ostia era el gran puerto que permitía abastecer a Roma de los alimentos y productos que necesitaba indispensablemente. Fue construido y diseñado por el emperador Claudio, fue su gran obra y en los libros de Robert Graves “Yo, Claudio” y “Claudio Emperador”, genialmente adaptadas como serie de TV con el actor inglés Derek Jacobi, relatan como se llevó a cabo este proyecto imperial. Sin embargo, tiempo después, esta zona, como otras muchas de Italia, se transformó en una región de marisma, con paludismo endémico, lo que significó el abandono y embancamiento de este puerto. De esta manera Ostia quedó olvidada en los pantanos de la zona. Mussolini que deseaba a toda costa revivir el pasado glorioso imperial ordenó las excavaciones, recuperación y reconstrucción de la ciudad, de paso aprovechó los descubrimientos para fundamentar la organización de la sociedad en corporaciones productivas de patrones y trabajadores, como las que las ruinas de Ostia parecían demostrar que en el pasado habían existido y que él pretendía que impedirían la lucha de clases.
Epílogo.
Roma es inagotable y bien vale pasar allí un tiempo largo, hay tanto que ver y apreciar como al mismo tiempo verificar una de las páginas más brillantes de la historia humana, por algo se dice que Roma es eterna. En esta Crónica mencionamos sólo algunos lugares, contar todos los que visité sería un trabajo también eterno.
En otra Crónica trataremos de describir el aporte esencial que hizo Miguel Ángel a Roma y que me ha permitido creer que hay una Roma de Miguel Ángel, además de todas las otras Romas que han existido.
Como he señalado, Roma es un caos casi inagotable y hay miles de libros sobre ella. Yo recomiendo encarecidamente a aquellos que piensan estar una temporada larga en Roma que vean –o lean- “Arte y Arquitectura, Roma” de Brigitte Hintzen-Bohlen con la colaboración de Jugen Sorges, editado por Konemann en el 2005. Es un libro de 626 páginas de estudios muy serios sobre Roma y va mucho más allá que lo que puede ofrecer cualquier guía turística. Y si mencionamos una buena Guía, para cualquier país europeo, me parece que las Guías Michelin son la mejores.
Santiago, 31 de julio de 2008