La flexibilidad, último refugio de los pillos.
La flexibilidad, último refugio de los pillos
La flexibilidad, último refugio de los pillos.
Durante mi vida he debido realizar diversos oficios, desde pioneta, carpintero, oficinista hasta profesor de enseñanza profesional, director de un servicio público, funcionario de organismos internacionales y profesor de una docena de universidades. En esta larga experiencia laboral siempre me he encontrado con chilenos que tratan de reducir las exigencias del trabajo. Su bandera permanente es exigir que haya flexibilidad en las normas y exigencias.
Recuerdo a una funcionaria que solicitaba permiso para asistir a un funeral de un pariente, cuando yo le dije que para eso existían los días administrativos y que llenara la solicitud respectiva, me respondió indignada que el jefe anterior era flexible y que otorgaba esos permisos sin tener que perder los días administrativos, que ella acumulaba para poder tener vacaciones adicionales. Como no existían máquinas que registraran la asistencia, los funcionarios firmaban un libro, que curiosamente a las 8.30 firmaban casi todos los funcionarios. Había 30 firmas a la misma hora. En esas circunstancias opté por dejar el libro en mi oficina después de las 8.30 y pude verificar que los 30 funcionarios que firmaban a las 8.30, en realidad llegaban después de esa hora y había varios que llegaban después de las 9.30. Cuando les exigí la puntualidad, reclamaron indignados y exigieron: ¡Flexibilidad!
En una Universidad donde enseñaba, los alumnos que debían llegar a las 8.00, llegaban a las 9.20, pocos minutos antes de terminar la clase y después me exigían que anotará que habían estado presentes y si yo les decía que habían llegado con 80 minutos de atraso reclamaban exigiendo: ¡Flexibilidad!
Una vez una alumna obtuvo una nota 3,94 y con 3,95 aprobaba el ramo, de acuerdo al reglamento. Desde luego me exigió flexibilidad y sostuvo que las dos cifras eran iguales. Como rechacé la solicitud, recurrió a todas las autoridades pertinentes, las que en general coincidieron de que había que tener flexibilidad y ante mi rechazo, optaron por despedirme por rígido y porque creaba problemas.
En otra universidad el horario de entrada era a las 8.00 y la asistencia obligatoria era 75%, pero el sistema era flexible y los alumnos podían llegar atrasados o faltar si presentaban algún certificado médico avalado por la asistente social, el resultado era que nadie cumplía los horarios ni cumplía con la asistencia mínima.
Un alumno que había faltado el 92% se presento con los certificados pertinentes y exigió que le tomara todas las pruebas del semestre la última semana de clases. Cuando fue reprobado me fue a exigir flexibilidad dado que él había faltado tanto.
A menudo yo podía comparar mis cursos con la corte de los milagros, casi todos los alumnos, que tenían una edad promedio de 20 años, sufrían las más graves enfermedades y vivían las tragedias más terribles que se podían imaginar. Claro que al presentar los certificados pertinentes, los médicos tenían al menos, responsabilidad profesional mínima y aseguraban que las ausencias se debían sólo a diarreas, resfriados o cefaleas menores. Casi ninguno sufría las enfermedades o problemas que me habían contado.
Naturalmente que al hacer las pruebas, los resultados eran muy negativos. Entonces los alumnos exigían flexibilidad. No era posible que todos los alumnos fuesen malos. Si ocurría algo así se debía a fallas pedagógicas de la prueba o del profesor.
Se llegó a un acuerdo con el Centro de Alumnos: la hora de entrada sería a las 8.30 y la asistencia obligatoria sería del 50%, pero ya no se aceptarían certificados de doctoras cordero ni de ningún médico. Naturalmente que los alumnos ahora llegaban igualmente atrasados y al fin del semestre acudían a todas las instancias para demostrar que si no alcanzaban el 50% de asistencia se debía a causas verdaderas que podían probar con numerosos de certificados. Algunos profesores, desesperados, omitieron el control de asistencia y se ganaron las simpatías masivas de los alumnos.
Después, tuve la oportunidad de estudiar en Inglaterra, Holanda y España y allí esos problemas no existían, excepto para los casos de alumnos extranjeros (especialmente chilenos). Pero el resto no faltaba casi nunca.
Después de todas estas experiencias llegue a la conclusión que los certificados eran falsos, que las enfermedades no existían, que los atrasos eran injustificados y que la única solución era ser rígido y establecí mi lema odiado por los alumnos ¡Viva la rigidez!
Desde entonces todos llegan a la hora, todos estudian, saben que no hay postergaciones, cumplen las normas de asistencia y hasta los alumnos me felicitan. Ya no existía la flexibilidad que era el refugio para los pillos, solamente salen mal en los exámenes? cuando tienen derecho a darlos.
Tanto la flexibilidad como lo rigidez extremas son negativas , Por ello debe primar el buen juicio del funcionario quien debe decidir de modo que en ningún caso se perjudique el servicio público pero eventualmente atienda las imprevistas necesidades urgentes del trabajador. Por cierto debidamente acreditadas y no reiterativas . La experiencia y el conocimiento te permiten que la toma de decisiones en estas circunstancias no afecte el principio de legalidad