Prigogine, Ilya, El fin de las certidumbres
Ilya Prigogine, El fin de las certidumbres
Ilya Prigogine, El fin de las certidumbres, Santiago, Editorial Andrés Bello, 5ª Edición, 1997, 22 págs.
El Premio Nobel de Química, Ilya Prigogine, enfrenta el determinismo científico preguntándose si el futuro está dado o se encuentra en construcción permanente. Este dilema lleva a considerar el tiempo como variable fundamental de la realidad. Los intentos de aplicar el evolucionismo darwiniano al universo de la física introduce la noción del tiempo, pero entra en contradicción con la física newtoniana, que establece equivalencia entre pasado y futuro; de esta manera la flecha del tiempo se ha reducido a la fenomenología. Para Einstein, el tiempo era una ilusión. Sin embargo, el desarrollo de la física del no equilibrio y la dinámica de los sistemas inestables nos lleva a la idea del caos y obliga a reafirmar la teoría del tiempo de Galileo y lo relaciona con la irreversibilidad.
Esta obra se refiere al rompimiento entre pasado y futuro que afirma la física tradicional, mecánica y cuántica y la teoría de la relatividad. Cuando se incorpora la inestabilidad surgen las posibilidades. El fin de este libro es presentar los cambios habidos en la física y su efecto en la teoría general de la ciencia y la epistemología.
El autor se pregunta: ¿El tiempo surge con el big bang? ¿o preexistía? Pero si el big bang es una inestabilidad, el sistema existía, por lo cual se puede aventurar que el tiempo no tiene comienzo… ni tiene fin. Para Bergson, el tiempo es lo que impide que todo sea dado de una vez: aplaza.
En el origen: los griegos.
Epicuro, quien seguía a Demócrito, imaginaba el mundo formado por átomos en movimiento y el hombre a través de la ciencia podía encontrar un mundo determinista y ante ello el mito de los dioses era un refugio.
Los griegos nos legaron los principios fundamentales: la intelegibilidad de la naturaleza (la capacidad del hombre para explicar la naturaleza) y la democracia, que es el fundamento de la libertad y la creatividad. Para Heráclito, la verdad estaba en el cambio, que era lo sustancial en la naturaleza. Para Platón, el ser era, en última instancia, la realidad.
El aporte de la física.
La Física Cuántica también es determinista, como lo fueron Newton y Laplace, pero el problema es establecer qué rol juega la inteligencia en el universo determinista.
La física moderna presenta una nueva formulación de la dinámica: los comportamientos inestables de sistemas inestables y caóticos. Un sistema estable es un péndulo, el que se transforma en inestable si logramos sujetar un lápiz en un extremo. Los sistemas caóticos son inestables en extremo, las condiciones iniciales divergen de manera exponencial con el tiempo.
Los sistemas caóticos y sus leyes.
Sin embargo, las ecuaciones de sistemas caóticos son tan deterministas como las leyes de Newton, y las leyes de la física describen un mundo idealizado y estable y no el mundo inestable en el que vivimos, que se caracteriza por la irreversibilidad de los fenómenos. “Ninguna formulación de las leyes de la física que ignore el papel constructivo del tiempo podrá jamás satisfacer nuestra necesidad de entender la naturaleza”.
Tanto en la física como en la química, el tiempo juega un rol esencial en la formación de estructuras, y hay una gran distancia entre las estructuras que podemos crear y las estructuras biológicas que forman productos con una precisión, eficacia y una alta velocidad. Buen ejemplo son los sistemas auto-organizadores, Hay que desarrollar una tecnología por este camino.
El éxito práctico de la física clásica y la cuántica han paralizado el avance en situaciones más complejas que permitan incorporar la irreversibilidad en la descripción de la naturaleza. El avance en materia de aplicaciones caóticas simples nos lleva a modelos de caos deterministas y a la posibilidad de la descripción en el nivel estadístico. De allí la posibilidad de establecer las leyes del caos en un nivel estadístico y especialmente probabilístico.
El núcleo de este libro es la solución del problema dinámico en el nivel estadístico, aunque surja el problema del rompimiento entre el nivel individual y el estadístico. La conclusión del autor es que “las leyes de la dinámica deben ser formuladas en términos probabilistas cuando conciernen a sistemas caóticos”.
El indeterminismo se impone en física con los pensamientos de Whitehead, Bergson y Popper. Este último sostiene: “Mi punto de vista personal es que el indeterminismo es compatible con el realismo, y que aceptar ese hecho nos permite adoptar una concepción epistemológica coherente de la teoría cuántica en su conjunto”. Lo que calza con su visión de sujeto observador que interfiere en la realidad.
Diálogo con la naturaleza.
Según Prigogine, “uno de los grandes proyectos del pensamiento occidental ha sido entender la naturaleza. No debe confundirse con la idea de controlar la naturaleza. Ciego sería el amo que creyera entender a sus esclavos porque obedecen sus órdenes”.
La noción de la ciencia clásica, de un mundo sin tiempo, sin memoria y sin historia está presente en las pesadillas descritas por Orwell, Huxley o Kundera.
Dos condiciones permiten una descripción general del caos: la existencia de resonancias que conducen a procesos nuevos de carácter difusivo y las interacciones persistentes de distribuciones deslocalizadas.
El tiempo es anterior a la existencia.
El nacimiento del universo es un acontecimiento en la historia del cosmos, el que tiene que haber nacido antes aunque el origen del tiempo sea llamado creación por los creyentes. ¿El tiempo tiene un origen definido o es eterno? No tenemos respuesta, pero “puede contribuir a ella nuestra formulación de las leyes de la naturaleza, en términos de posibilidades y no de certidumbres”. El big bang es el proceso irreversible por excelencia y la inestabilidad es el sello del universo y el big bang es una singularidad que no posee analogías en la física.
Einstein persiguió el sueño de una teoría unificada que incluyera todas las interacciones. Quizás ello exija una concepción evolutiva del universo, lo que sería una dialéctica de la naturaleza.
El autor finaliza su obra señalando: “El futuro no está dado. Vivimos el fin de las certidumbres. ¿Es acaso una derrota del intelecto humano? Estoy persuadido de lo contrario. Descartes buscaba una certidumbre que los hombres pudieran compartir por sobre las visiones religiosas que desangraban el mundo de su época. Einstein se negaba a aceptar puramente al azar. La intención del libro ha sido construir una vía estrecha entre estas dos concepciones, determinismo y azar. Vivimos un momento privilegiado de la historia de la ciencia”.
Comentario.
Para los que trabajan en el área de las ciencias sociales y que siempre han pensado en la física y la química como ciencias “duras”, se sorprenderán al encontrar que viven los mismos dramas epistemológicos de las Ciencias Sociales y eso permite comprender el sentido integral de la ciencia, aunque sus especialidades pretendan diferenciarse y establecer categorías y niveles.
El trabajo de Prigogine es el de un erudito de alto nivel y es muy difícil seguir su pensamiento, expresado en argumentaciones filosóficas y fundadas en formulaciones matemáticas con profusión de ilustración, en curvas y gráficos que describen comportamientos y situaciones.
Sin embargo, la lectura superficial que pueda hacer un no iniciado es enriquecedor, porque en muchas páginas se encuentran problemas similares que se debaten en las ciencias duras y en las débiles Ciencias Sociales.
La lectura del libro es una tarea ardua, pero fertiliza el pensamiento y las experiencias de quien lee con otra formación y se convence que la ciencia es de todos los hombres.
Patricio Orellana Vargas